Sí, así amanece en el desierto de Merzouga, el desierto que me enamoró y donde algo me hizo click. Allí , sin cobertura, ni datos, conseguí no pensar en nada, sólo escuchar el silencio, disfrutar del momento, del esfuerzo, del calor, del dolor de mis pies.
Allí sentí la felicidad absoluta al descubrir una escuela, al recoger un fósil que apareció bajo mis pies, al ver la puesta de sol desde encima de una enorme duna, al hablar con desconocidas que como yo intentaban llegar a la meta.
Allí descubrí la fragilidad de la vida, la necesidad de parar y disfrutar del ahora, la fortaleza del ser humano.
Quizás regrese algún día a ese desierto, o quizás no, pero su marca ya la llevo en mi piel, ya es una muesca más en mi corazón.